El otro día pasé por Fuenlabrada, una ciudad que visito frecuentemente y en la que he hecho bastantes bodas durante mi carrera. Si bien no ha sido el lugar donde en más ocasiones he trabajado, cuando estuve trabajando en una empresa del sur de Madrid hacíamos una boda en esa ciudad por lo menos una vez al mes cada temporada.
El caso es que he pasado por allí otras veces, pero quizá porque ayer el día estaba muy lluvioso y triste, me llamó la atención ver un salón de bodas que «lo petaba» hace 15 años y que está cerrado desde hace mucho. Es el salón Florencia, a la entrada de Fuenlabrada desde Leganés. Solo con el nombre completo ya se nota lo chusco: Royal Florencia Palace. No recuerdo haber estado en este establecimiento en mi vida, pero seguro que alguno de los vídeos que he editado en aquella época eran de bodas celebradas allí. Tal vez alguien me pueda ilustrar en los comentarios si este sitio era algo hortera y chusco como parece al ver su fachada, o era algo diferente. De todas formas he de salir en su defensa, ya que lo que ahora nos parece hortera, hace una década era lo más, o casi. Hoy en día continúan adelante un montón de restaurantes de bodas que hace unos años eran clavaditos a este, pero por suerte para ellos han sabido adaptarse a los cambios que se desarrollan con el paso del tiempo. Y es que los tiempos cambian. En un momento dado te puede pillar ese cambio en mal momento y no eres capaz de verlo a tiempo hasta que ya es tarde. Conozco a más de un fotógrafo que todavía no se ha dado cuenta de ello y si alguna vez lo hace quizá ya no tenga ganas de adaptarse. Recuerdo perfectamente aquella época en cuanto al trabajo de fotografía y vídeo de bodas. No hacíamos una, sino que el Sábado se «doblaba». Una boda por la mañana y, corriendo corriendo salir del baile para llegar a la de por la tarde. Una locura de trabajo: fotos simples, vídeo tontorrón, todo muy rápido, mucho estrés en los desplazamientos, dejar el coche por ahí tirado porque la novia ya está entrando en la iglesia… Anda que no hemos mejorado en tranquilidad y hacer las cosas bien. Pero era lo que había, y dentro de lo que cabe siempre hemos intentado hacer algo diferente y lo mejor posible aunque nos adaptásemos a lo que se pedía en ese momento. Con la llegada del mundo digital la cosa empezó a cambiar. Y con internet, ya que por fin veíamos los trabajos de otros compañeros y podíamos envidiarlo y tratar de mejorar el nuestro. Hoy se dice que se trabaja el doble por la mitad de dinero, pero hemos ganado todos. Los novios se llevan un reportaje infinitamente mejor y yo personalmente, me enorgullezco de entregar un trabajo que marque una diferencia y llegue al corazón de los novios en todos y cada uno de mis trabajos.